"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

viernes, 28 de febrero de 2014

TULIO CARELLA:¿MARGINAL O MARGINALIZADO?







“Debo dejar mi país, mi familia, mi casa, mi trabajo, mi perro, para pasar un año en una ciudad que no conozco y que, por esta razón, a mí me llama."

                                                                           Orgía (extracto)


En ese desplazamiento monótono que el péndulo de la vida va dando como si nada sucediese  y que sólo el fino zumbido aterrador del deslizamiento dejará sin efecto la dimensión del trayecto, así irán apareciendo las huellas, las heridas, los sinsabores y el deterioro de una forma de sentir y amar que se oculta y limita, porque son pocos los que entienden a los que a veces sufren.

La metáfora del péndulo también vale para unir a otros seres que en igualdad de condiciones sobrellevaron la carga de un silencio patológico que parecía ser como una daga clavada en el corazón. En medio de esta angustia, solo alivianada con la escritura, las voces partidas actúan como un eco atormentado, sin dejar de ser un nudo en la garganta, un espasmo visceral. En este calidoscopio en el que cuesta encontrar los colores y los paisajes, hallamos a  Tulio Carella (1912-1979), periodista cultural, crítico de cine, dramaturgo, publicista y novelista, quien transitó un sendero paralelo a Manuel Puig, a Oscar Hermes Villordo, a Néstor Perlongher. Vidas ensombrecidas que cargaron el peso de una sociedad que miraba de soslayo, que observaba al “diferente” como si se tratara de una especie animal peligrosa guiada al encierro, a una dependencia de exclusión permanente. Ante esta desazón que emocionalmente partía al medio cualquier proyecto, la obra de estos autores se desplazaba de manera abyecta, se la escondía al público porque no era buena literatura, porque esa cosa formaba parte de un circuito marginal propio de los desviados.

Daniel Link toma este concepto cuando expresa: Ahora entiendo mejor la diferencia entre Manuel Puig y Tulio Carella (más allá de los veinte años que los separan en el tiempo y más allá del parecido de sus retratos): el primero estuvo destinado desde el primer momento a convertirse en el novelista más importante de la literatura argentina; el segundo se condenó a la desaparición. O, mejor dicho: en una época de dialécticas entre centros y periferias, fue colocado al margen, en un umbral de indescernibilidad que necesitaba de otro horizonte epistemológico (el horizonte de lo “panamericano”) para poder ser recuperado.

A Puig se le tolera la algarabía de la loca porque, después de todo, viene a decir que hay un centro (el centro del universo novelesco, es decir Hollywood o Broadway) y que cualquiera puede ocupar. A Carella se prefirió olvidarlo porque nos recuerda que el centro es un agujero vacío imposible de ser llenado.

Uno es ese centro y ese agujero, el espacio vacante y desocupado en el cual se leen todos los anonadamientos, el fin (propiamente) de lo humano. “Estoy derrotado de antemano. El corazón vacío, un cerebro hueco, un orgullo inconcebible, y esta entrega a lo carnal (entrega absoluta, como si lo carnal fuese un dios) adelgazan mis resistencias y la barbarie me ocupa totalmente” (Orgia).

Tulio Carella fue, como se dice, un “porteño de ley”. Tanguero (Tango, mito y esencia), apasionado por Buenos Aires, frecuentador de piringundines del Bajo (Picaresca porteña es el título de su breve historia de la prostitución en Buenos Aires). Había estudiado Química cuando, a los 22 años, caminó casi cien kilómetros (así lo contó) para saludar a García Lorca a su paso por Buenos Aires. El andaluz le dio “valiosos consejos” que el incipiente dramaturgo puso en práctica ese mismo año de 1933 en una obrita teatral que consiguió que le representaran en un circo de Barracas.


Todos estos aspectos sobre la carne apergaminada de un Tulio Carella que decidió tardíamente encontrarse con su propia voluntad, lo transformaron en una especie de serpiente venenosa que podía aparecerse sobre el escritorio de un editor y que ante el miedo aterrador que simbolizaba ese vipérido  todo se detenía.

Desde hace mucho tiempo la producción de Carella es inhallable, sus libros  sólo están en manos de coleccionistas y el mercado únicamente ofrece Picaresca Porteña y El Tango Mito y Esencia. Por ahí, en una librería de viejos, se pueda encontrar alguna que otra edición, pero de lo que sí estamos convencidos que ese libro maléfico y degenerado titulado Orgía no está ni el sótano de estas casas de culto.




Osvaldo Bazán asegura en su libro Historia de la homosexualidad en Argentina que Orgía es  su novela autobiográfica donde Tulio Carella deja constancia de sus más profundas inquietudes, empezando por su huida de Argentina para sentirse liberado de las ataduras sexuales. “Yo parecía un hombre creado para encender conchas, pero hago arder las pijas como antorchas”, escribió, entre brutal y poético, al comienzo de su obra.

Como puede comprobarse, en Orgía hay un fuerte componente homoerótico, a veces pornográfico, fruto de la atracción que Carella sintió por los jóvenes cariocas, como el caso del muchacho a quien llamaba ‘King Kong’, de quien llegó a escribir: “El violentísimo deseo de King Kong me contagia plenamente. Olvido el pudor, las precauciones de la prudencia y las restricciones de la moral”.

A causa de las revueltas políticas en Recife, el lugar donde residía en Brasil, Tulio regresa a la Argentina, desarmado, destruido, desalojado, a comienzos de los sesenta. Allí escribe su obra Picaresca Porteña y se separa de su mujer.

El libro Orgía de Carella no es un texto cuajado por un heterosexual arrepentido. Todavía para la época que fue escrito la caricatura del homosexual era un argumento despectivo que formaba parte de una sociedad hipócrita y santulona. Carella advierte un despertar, una sensación que lo invade, un deseo restringido y tiene la hombría de declararlo abiertamente. Al lector le puede gustar o no la forma de decir las cosas, pero convengamos que este diario hoy a nadie le causaría urticaria.

Néstor Perlongher en su libro El fantasma del SIDA, hace una referencia significativa que es oportuno acompañar  a esta crónica. Dice el autor que el término "homosexualidad" fue acuñado en 1869 por Benkert, médico húngaro, en sustitución del más poético "uranismo"; estas denominaciones cubrían, a su vez, el antiguo dominio teológico de la sodomía.



El cambio de nombres forma parte de una operación que no es sólo retórica. Siguiendo la obra de Michel Foucault (paradójicamente víctima del SIDA) puede situarse, ya a partir del siglo XVIII, un desplazamiento progresivo desde la problemática de la carne (que respondía a la jerarquía celestial de los pecados) hacia la axiomática de la sexualidad, que va a hacer proliferar una vasta tipología de especies perversas donde antes reinaba la amenaza, menos diferenciada, de las llamas infernales.

Daniel Molina se refiere a Carella y a su libro de este modo: De sus amores gay no queda registro oficial. Orgía da cuenta -con lenguaje  tan brutal como poético- del intenso deseo homosexual que arrebató a Carella a comienzos de los ´60, apenas llegó a Brasil para dictar un curso. A ese instante intenso, el de su transformación, lo contó asi; "Me siento liberado. Me desprendo de mi país, de mis costumbres, como una cáscara de un fruto que acaba de madurar". Desde entonces Carella fue otro.

Orgía,  tuvo su primera edición en Brasil en 1968. La traducción de Hermilo Borba Filho, habla de un personaje - Lucius Ginarte, poeta y dramaturgo – residente en Buenos Aires, la ciudad más importante de América Latina.




En 1960 Carella recibe una invitación de la Universidad Federal de Pernambuco firmada por el tutor de la cátedra de Arte Dramático, para ser profesor en la Escuela de Bellas Artes de la UFPE. Tiene 48 años y en Buenos Aires es un pasajero más, un transeúnte poco decidido a cobijarse en la estrechez de una sala de redacción. Aparece esta carta y se despierta el desafío. Viaja solo porque a su esposa no le gustan los “negros”. Ese distanciamiento con la mujer que llevaba treinta años de convivencia terminaría al regreso de su viaje erótico en separación definitiva.

En el paso entre una ciudad y otra, el personaje se encuentra con un nuevo panorama económico, social y cultural. No sólo eso, descubre los placeres sexuales distantes de su orientación tradicional. Entre el desplazamiento geográfico- cultural y el descubrimiento de la nueva orientación sexual, el pasado pesa y aparece en su memoria la Buenos Aires que quedó atrás con sus calles, sus monumentos, sus amigos, la familia y la vida cultural.  La memoria acorrala al presente. Todo el relato es un intento de hacer presente los hechos retenidos por la memoria, una forma de dar sentido a lo que vio y almacenó. No narra el momento, describe lo que ha sucedido.




Orgía es una novela que se estructura entre dos tipos de registros: la memoria y el acontecer de todos los días. El primer relato - la memoria - tiene el foco narrativo en tercera persona, el segundo relato - el diario - es en primera persona, y se congratula de lo que Lucius Ginarte va haciendo en el día a día.

La novela de Tulio Carella se inicia con un modo de narración en tercera persona. En esa instancia conocemos a Lucius Ginarte quien duda en aceptar la invitación para enseñar en Recife y casi sin una pausa nos lleva a su primer contacto con la ciudad (la gente, el clima, sus olores, sus miradas) y su la vida intelectual. El enfoque narrativo cambia cuando el narrador se pone la ropa  Lucius Ginarte. De este modo, la novela se construye mediante la interpolación de miradas: el narrador trata de ver los hechos con la vista distante y crítica y registra sus impresiones de la ciudad. La narración en tercera persona es todo en cursiva, lo que refuerza la idea de la separación y se nos revela en diario, en misiva actual.


Siempre es interesante comparar los pasajes del diario de Lucius Ginarte que están en Orgía y, posteriormente, también fueron citados por Hermilo Borba Filho en su novela Dios en el pasto (1972).

La orgía diaria se convierte en una especie de memoria de la memoria. La primera memoria es el registro de Lucius Ginarte, la segunda una memoria que puede insertarse en una narración paralela. Por lo tanto, todos los días se amplía el aspecto propio del narrador omnisciente. Es como el diario de un mundo que Ginarte cierra y mira al  propio narrador que relata.

Carella era en realidad un dramaturgo, poeta y crítico literario muy porteño que se escapó de su propio relato; sabía que había llegado a Recife para enseñar el curso de teatro y en esa ciudad vivió una experiencia rica y única, al igual que sabemos que él estaba señalado por la policía como un agente cubano, que después fue encarcelado, golpeado y privado de su libertad, de su trabajo en la Universidad y expulsado de Brasil.

En verdad su condición de homosexual pesaba en todo este drama. Orgía podría ser simplemente el registro de estos acontecimientos precipitados en su vida, o más bien, podría ser sólo la publicación de su diario personal, escrito durante su estancia en Recife, entre 1960 y 1962.

El 8 de enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones con Cuba. Recife era por entonces escenario de las demandas de los campesinos, organizados por la Liga Camponesas de Pernambuco. Los militares brasileños supusieron una conspiración entre el Estado cubano y las ligas campesinas y decidieron rastrillar Recife para desentrañar cómo los revolucionarios de Cuba hacían llegar armas a los “Sin Tierra” pernambucanos.




Fatalmente, Tulio Carella, cuya inclinación sexual lo había hecho frecuentar los ambientes más alejados de su entorno profesional y de clase, fue detenido y torturado para que confesara que entregaba furtivamente, en los puertos y en los baños públicos, mensajes de revolucionarios cubanos para receptores de armas. Fue transferido a la celda de una fortaleza, en una isla. Finalmente, el secuestro de su diario le valió la libertad, el chantaje y la deportación (“cualquiera puede cometer un error”, le dijeron para justificar la tortura).

Desde 1968 hasta mediados de la dictadura es comprensible que no se haya publicado nada de su obra debido al clima político que se vivía en el país. . Después de que él murió en 1979, nunca fue reimpreso.

El editor brasilero Álvaro Machado quien se interesó por la obra de Carella, concluyó que el autor tiene hijos y  al menos un hermano y una sobrino nieto que ahora pretenden los derechos de autor. “Hice una búsqueda en Argentina (entre 2006 y 2008), y publiqué en el diario La Nación anuncios pidiendo contactos con parientes para fines comerciales. Pero no tuve éxito Viajé tres veces a Argentina, utilicé la guía telefónica de Buenos Aires, hablé con dos escritores y me contacté con la SADE, pero nada dio resultado, salvo una pesquisa que me llevaba a un  sobrino en Mercedes, en la provincia de Buenos Aires". 

De Orgía (extracto)

Usted necesitará para entrar en este cuerpo pálido, ajeno a su tierra, para comunicarse con los dioses blancos que habitan en ella, incluso si usted tiene que rasgar y hacerla sangrar. (...)

El violador empieza a moverse, lentamente al principio, luego con más fuerza y ​​velocidad, para lograr un ritmo igual, regulares inquisitiva. En el espejo, reproducir cuerpos acoplados, moviéndose en la cadencia, y la larga salir y entrar, en la forma de un pistón, el enorme miembro que se rompe pero sí que experimentar sensaciones jamás experimentadas. El silencio se acentúa (la respiración jadeante de los dos participantes de este silencio) y se convierte en algo alegre en aumento, creciendo parecer una esquina. Lucius se puso las manos detrás de él, para acariciar este maravilloso cuerpo, sentirlo más y mejor. En este momento, King Kong emite un gemido dulce y alcanza el orgasmo, inmovilizándolo.

De Picaresca Porteña (extracto)

Así como la esclavitud se toleró en los estados democráticos, la prostitución se toleró en los estados cristianos. Hay muchas voces para designar el sitio en que se la practicaba: prostíbulo(de prostituta: pro, delante; statuere, exponer),lenocinio (de lenón, alcahuete), lupanar (de loba, como se llamó en Roma a las yirantas), burdel (del bajo latín bordellum, burdellum: cabana, tugurio, lugar de asilo y hospedaje), mancebía (manicipium: esclavo vinculado a las faenas) del campo y luego, sirviente; deriva de manus y capere, mano y co ger). El argentino contribuyó con algunos sinónimos: queco (o queko, o keko: no hay acuerdo ortográfico), quilombo, golombo, quibebe, quibe, bebe, quilo, tambo, pesebre, Entre vocablos africanos que usan los brasileños con toda naturalidad, están quibebe, quilombo, tambo y tango, afirma Gilberto Freyre. Quilombo significa lugar o edificio donde se refugiaban los esclavos fugitivos; éstos eran designados con la palabra quilómbola. Golombo es defirmación local de quilombo. Otro tanto se percibe en quibe, bebe: se originan en quibebe. Quibebe es un alimento que se usa para mitigar el ayuno en Semana Santa en Brasil. Se trata de un puré de zapallo que sirve para acompañar ciertos platos de pescado o de porotos. Sin duda escribe Hermilo Borba Filho, llaman quibebe al prostíbulo por la semejanza entre las mujeres y la masa, pues tanto las mujeres como el zapallo se ven reducidas a una pasta informe. Abundan también las perífrasis: casa pública, de tolerancia, de perdición, de locas, de chinas, de mujeres, non sancta, o sencillamente casa, o en plural, casas. Decir que se iba a las casas, era un sobreentendido de dominio público. También se los llamaba café.



Carella se dedicó a la dramaturgia y al periodismo cultural. A partir de 1934 fue cronista y comentarista cinematográfico del diario Crítica. Publicó poemas (Ceniza heroica, 1937; Los mendigos, 1953; Intermedio, 1955). En 1940, dedicó a Federico García Lorca su primera y premiada comedia, Don Basilio mal casado (1940), y en 1942 hizo el guión para El gran secreto, un dramón sobre maternidades cambiadas protagonizado por Mecha Ortiz.

En 1959 ganó la Faja de Honor de la SADE por su Cuadernos del delirio y sus piezas comenzaron a ser reconocidas como parte de la nueva dramaturgia argentina (Juan Basura, de 1965, se toca con el “Juanito Laguna” de Antonio Berni).







Entrevista: Leda Alves
Tulio Carella murió en 1979 de un paro cardíaco, postergado por la crítica complaciente y silenciado, tristemente maltratado y oculto, bien oculto, para que nadie sepa que fue un soñador clandestino.